La licenciada e investigadora Aurelia María Romero Coloma encuentra en esta dolorosa de San Pedro las características esenciales que presidieron la imaginería de Astorga. Dolor resignado, expresión calmada, su extraordinaria dulzura, un llanto hacia dentro, ojos grandes aunque algo caídos, de mirada vaga y ensimismada, perfil clásico y carnación de tono rosado tan propio de Juan de Astorga para idealizar la expresión e infundir mayor juventud.
En definitiva todos estos aspectos no nos dejan lugar a dudas al encuadrar a la Virgen de Loreto como obra de Juan de Astorga o en todo caso de su círculo.
Además de todos estos aspectos la madera con que está realizada la talla, la policromía antigua que aún conserva, así como un vástago que se observa en la unión del busto al candelero, elemento utilizado finales del siglo XVIII para el giro de cintura, son pruebas fieles de que la imagen pertenece a la época de su atribución. Por otro lado la imagen presenta la cabeza totalmente tallada, incluido el pelo que se haya recogido en un perfecto moño, sus manos son articuladas por brazo, codo y muñeca y su garganta es de tal realismo que puede apreciarse hasta la campanilla En definitiva una obra de arte, personalísima, de magnífica factura y fiel reflejo del ideal de belleza propia de la Madre de Dios.
Cuando en 1951 se funda la Hermandad de Loreto, la imagen necesitaba restauración, dado el deterioro sufrido por el paso del tiempo, para ello se contacta con un afamado imaginero de la época Antonio Eslava Rubio (1909-1984), discípulo del prolífero Castillo Lastrucci y gran admirador de Juan de Astorga, cuyos caracteres han quedado reflejados en sus obras. Había que cambiarle el candelero y suprimir un saliente que poseía en la nuca como base para la colocación de una aureola de estrellas. El artista restaurador se negó en un principio a realizar el encargo por considerar una imagen de cierta antigüedad y gran mérito artístico, siendo el primero en atribuir la talla a Juan de Astorga, posteriormente al analizar con detenimiento la talla y comprobar la tan necesaria restauración, accedió a lo solicitado.
La imagen se traslada a Sevilla en 1953 para su restauración, intervención en la cual se rehace el candelero y se suprime el saliente de la nuca con el fin de que puede realizar adecuadamente su primera salida procesional en Semana Santa, dejando para más adelante ciertos retoques que, a criterio del escultor y de los propios hermanos necesitaba corregir en el rostro, especialmente en lo referente a las pestañas, lágrimas y encarnadura.
En 1963 vuelve a llevarse la imagen al taller de Antonio Eslava y es entonces cuando la imagen adquiere su aspecto actual, resultado que fue muy del agrado de los cofrades. Recientemente las restauradoras Cristina Espejo y Pepa Segura han vuelto a intervenir en la imagen con el fin de subsanar los desperfectos ocasionados en la talla desde aquella última restauración.
Nuestra Señora de Loreto en su Soledad porta en la salida procesional un conjunto bordado de manto y saya estrenado en el año 2010 y realizado por el artista portuense David Calleja Ruiz, luce también antigua ráfaga de plata sobredorada restaurada en 1957, año de su adquisición, por el orfebre sevillano Manuel Seco Velasco, volviendo a ser restaurada y engrandecida en 1993 por el también orfebre sevillano Jesús Domínguez Vázquez. En su cintura lleva la Santísima Virgen, cada Viernes Santo, el fajín del Teniente General Excmo. Sr. D. Luis Pardo Prieto, Hermano Mayor Honorario que fuera de la cofradía y en su muñeca una reproducción en plata del avión Castellation Santa María regalo de la Compañía Aérea IBERIA.
La imagen posee además un gran número de mantos y sayas de camarín, así como otros enseres para sus cambios de vestimenta durante el año tales como corona, ráfaga, aureola de estrellas, rostrillos, rosarios, pañuelos, broches, condecoraciones, etc.
Cómo muestra del amplio ajuar que posee la Santísima Virgen las dos diademas, una de camarín y otra la de salida formando parte de la tradicional iconografía del misterio de la Soledad de María al pie de la Cruz:
Y las doce sayas bordadas, en distintas técnicas y soportes, para los cambios que se realizan durante el año: