por Eusebio Castañeda
En 1613, 3 años antes de su muerte, Miguel de Cervantes publica la novela de “El licenciado Vidriera”, una de las 12 obras cortas que componen las Novelas ejemplares. Se trata de una obra con carácter autobiográfico, ya que el personaje principal, Tomás Rodaja, realiza un viaje a Italia, tal y como hizo el propio Cervantes 40 años antes.
Cervantes viajó a Italia en diciembre de 1569 y se puso al servicio de Giulio Acquaviva, que sería creado cardenal en 1570, y a quien probablemente conoció en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara, itinerario que también aparece recogido en la novela. Al poco tiempo, lo dejará para ocupar la plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada, con el que participó en la batalla de Lepanto.
En “El licenciado Vidriera”, su protagonista viaja a Roma, y cuenta la novela lo siguiente:
“Volvióse a Nápoles y a Roma, y de allí fue a Nuestra Señora de Loreto, en cuyo santo templo no vio paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera y de pinturas y retablos, que daban manifiesto indicio de las innumerables mercedes que muchos habían recibido de la mano de Dios, por intercesión de su divina Madre, que aquella sacrosanta imagen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devoción que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa. Vio el mismo aposento y estancia donde se relató la más alta embajada y de más importancia que vieron y no entendieron todos los cielos, y todos los ángeles y todos los moradores de las moradas sempiternas. Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia.”
Así pues, a partir de este pasaje incluido en su novela, se puede presumir que Cervantes visitó el Santuario de la Santa Casa en la localidad italiana de Loreto, antes de participar en la Batalla de Lepanto.
Ésta no es sino una de las muchas referencias que existen en diferentes textos históricos y literarios sobre la devoción que siempre ha suscitado la imagen de la Virgen ubicada en dicho templo.
Un templo que se había empezado a construir a principios del siglo XIV, y sobre el que surgió una villa fortificada con hospederías y diferentes servicios para acoger a los peregrinos que acudían innumerables de toda Europa. Más tarde, en los siglos XVI, XVII y XVIII la devoción de los fieles, y la afluencia de peregrinos convirtieron a Loreto en el santuario mariano más célebre de ese tiempo.
Muestra de esta actividad cultual y devocional en el santuario, es el hecho de que, aunque desde el siglo III se usaban súplicas dialogadas a Dios e invocaciones a la Virgen María y a los santos, fue hacia 1500 en Loreto cuando fueron creadas y se rezaron por primera vez las Letanías de la Santísima Virgen, que luego fueron popularmente conocidas con el nombre de Letanías Lauretanas.
El origen del Santuario y, por tanto, de esta devoción secular, se encuentra en el siglo XIII. Por entonces, la Santa Casa de Nazaret, la misma vivienda en que María nació, fue educada y recibió el anuncio angélico de la Encarnación, ya era un lugar de culto y peregrinación, que había sido celosamente conservado. Pero en 1291, durante la invasión musulmana de Palestina, ante la necesidad de proteger las reliquias más importantes de la Cristiandad que en ella se encontraban la Santa Casa fue transportada de Nazaret a la actual Dalmacia. Y desde allí, la noche del 10 de diciembre de 1294, a un monte de laureles (de ahí el nombre de “lauretum”-Loreto) en el territorio italiano de Recanati.
Y la tradición devota y popular atribuye a los ángeles esta traslación milagrosa de la Santa Casa, por los aires, desde Nazaret a Loreto.
Tal ha sido la devoción lauretana que, desde el nacimiento de la Aviación Mundial en 1903, la simbología del traslado en vuelo por los ángeles de la Santa Casa, inspiró a los incipientes aviadores a confiar sus desplazamientos aéreos a la protección de Nuestra Señora de Loreto.
Hasta que el 24 de marzo de 1920, el Papa Benedicto XV declaró a la Virgen de Loreto Patrona de la Aviación Universal. Y poco tiempo después en España, la Aeronáutica Militar, precedente del Ejército del Aire, la adoptó como Patrona, respondiendo a la necesidad de amparo y auxilio espiritual de los aviadores.
En nuestra ciudad, la Hermandad de Loreto es la depositaria de esta centenaria devoción, desde 1954, el año de su fundación por iniciativa de un grupo de feligreses de la parroquia de San Pedro y militares de la desaparecida Base Aérea de la Parra.
Devoción que especialmente celebramos hoy 10 de diciembre, día de la festividad litúrgica de la Virgen María de Loreto. Y día también en que se clausura el Año Jubilar Lauretano, que hemos celebrado con ocasión del centenario de la proclamación de su patronazgo sobre la Aviación.
Sea pues ésta una oportunidad para acercarnos a María en su advocación de Loreto, para solicitar su intercesión ante el Padre por nosotros, y por todo el que necesite de su protección.
¡María, Reina y Puerta del Cielo! ¡Ruega por nosotros!