Este pasado jueves 17 de diciembre, el Congreso de los Diputados aprobó la proposición de ley que pretende convertir la eutanasia en un derecho y una prestación sanitaria.
Un Congreso que precisamente ha decidido legalizar la muerte por eutanasia, en plena oleada de mortandad por la pandemia del coronavirus, de manera acelerada en estado de alarma y evitando cualquier consulta o debate público.
La eutanasia, que se entiende como la actuación que causa la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos, es siempre una forma de homicidio. Porque implica que una persona da muerte a otra, ya sea mediante un acto positivo, o mediante la omisión de la atención y cuidados debidos.
Por tanto, desde un punto de vista médico, como jurídico, sociológico y moral, estas prácticas conculcan el respeto a la dignidad humana y su defensa en toda circunstancia.
Además, la legalización de la eutanasia precipita consecuencias extremadamente graves: las personas más débiles están más desamparadas; los ancianos y los enfermos se ven arrastrados a pensar que son menos dignos y valiosos; algunos pueden ser fácilmente eliminados sin su consentimiento, introduciendo así un factor de desconfianza en la familia y en los profesionales de la medicina.
Por eso, abordar el sufrimiento humano pretendiendo eliminar a las personas que lo padecen es, ante todo, un fracaso del sistema asistencial, pero también de la sociedad en general, que, lejos de suprimir a las personas débiles y sufrientes, debería eliminar su dolor, dedicándoles los mejores recursos disponibles, precisamente porque son los que más lo necesitan. Especialmente cuando estos recursos ya existen, son eficaces y constituyen a través de los cuidados paliativos de calidad, la herramienta que procura el trato digno que toda persona merece. Más aún cuando vemos continuamente que la normativa sobre dependencia, dirigida a estas personas más desamparadas, se incumple continuamente.
En este sentido, la Conferencia Episcopal Española, con fecha 11 de diciembre de 2020, ha hecho pública una declaración que se titula «La vida es un don, la eutanasia un fracaso», en la que entre otras cosas afirma: “acabar con la vida no puede ser la solución para abordar un problema humano”; así como “la eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza”.
También la Congregación para la Doctrina de la Fe, con apoyo expreso del Papa Francisco, ha publicado la Carta «Samaritanus Bonus, sobre el cuidado de las personas físicas en las fases críticas y terminales de la vida». En ella se reafirma que la eutanasia es un crimen contra la vida humana y, como tal, un acto intrínsecamente malo, en toda ocasión y circunstancia, además de una grave violación de la ley de Dios. Asimismo, señala que toda cooperación formal o material inmediata a tal acto es un pecado grave contra la vida humana. E incluye afirmaciones tan significativas como la siguiente: «Así como no se puede aceptar que otro hombre sea nuestro esclavo, aunque nos lo pidiese, igualmente no se puede atentar contra la vida de un ser humano, aunque éste lo pida»
Por todo ello, esta Hermandad quiere manifestar que:
− Defendemos la vida, toda vida humana, desde el momento de su concepción hasta la muerte natural, como un don sagrado, como el primero de los Derechos Humanos.
− Defendemos la dignidad de todas las personas como un derecho inviolable, especialmente en las fases extremas de sufrimiento y muerte, y rechazamos todo acto contrario a ella.
− Nos oponemos frontalmente a la tramitación de esta ley y solicitamos la detención de su tramitación, así como el pleno desarrollo de los derechos del enfermo actualmente existentes.
− Requerimos leyes que protejan la vida humana, y respeten y promuevan su cuidado.
− Reclamamos el desarrollo de los cuidados paliativos, que ayudan a vivir la enfermedad grave sin dolor y el acompañamiento integral y espiritual, a los enfermos y a sus familias.
− Reafirmamos nuestra comunión con la Iglesia en esta y en cualquier otra cuestión de orden moral, a cuyo magisterio atendemos con plena obediencia.
En cualquier caso, invitamos a todos nuestros hermanos a perseverar y no perder la esperanza, pidiendo auxilio al que ha vencido al mundo, al Señor de la Historia, al Único que ya no muere más, al que conmemoramos estos días de su Natividad y recibimos como Pan del Cielo esforzándonos por brindarle un pesebre digno y fiel en nuestra alma y nuestro corazón.
Pincha sobre estas líneas y descárgate el Comunicado Oficial de Nuestra Hermandad sobre la Ley de la Eutanasia.